NOS VEMOS EN CHICOTE 2016 Y 2025 (II)

Publicado el 6 de abril de 2025, 1:52

¿Ficción académica? Crítica a un discurso distorsionado sobre la posguerra española.

 

Nota del autor: Esta reflexión nace tras escuchar repetidas veces un discurso que me resulta insostenible tanto desde el punto de vista ético como histórico. He querido responder con argumentos y respeto, pero también con firmeza. 

 

Introducción

 

En enero de 2016, el catedrático de Literatura Española de la Universidad de Alicante, Juan Antonio Ríos Carratalá, fue entrevistado por el periodista Carlos Arcaya en la Cadena SER con motivo de la presentación de su libro Nos vemos en Chicote. Desde entonces, durante casi una década, ha venido repitiendo —en entrevistas, conferencias y publicaciones— un discurso plagado de ironía, generalizaciones, insinuaciones y juicios de valor que, lejos de buscar la verdad histórica, parecen responder a una agenda ideológica.

A continuación, se exponen una serie de observaciones críticas que surgen de su intervención en dicha entrevista y del enfoque general de su obra. No se pretende aquí rebatir todas sus tesis, sino señalar la falta de rigor, el tono frívolo con el que trata asuntos gravísimos, y las consecuencias éticas y sociales de convertir la investigación histórica en una especie de novela militante.

Cuando la historia se convierte en ficción: crítica a la obra y el discurso del

catedrático Juan Antonio Ríos Carratalá.

 

OBSERVACIONES Y CRÍTICAS:

I. Tratamiento del Tema y Uso del Humor

  1. Un tema de gran gravedad tratado con frialdad humorística.
    El asunto histórico se aborda con constantes risas, ironías y un tono que minimiza la seriedad de los hechos.

  2. Negación de sesgo y revanchismo:
    Resulta difícil creer en la afirmación de no tener “afán revanchista” ni de “menoscabar el rigor” cuando las expresiones empleadas sugieren lo contrario.

  3. La etiqueta del “franquista”:
    Se tiende a etiquetar a quienes vivieron la época franquista sin matizar contextos o trayectorias personales, transformando la compleja realidad histórica en una acusación simplista y arbitraria.

II. El Rigor Histórico y la Documentación

  1. ¿Sentido crítico o propaganda ideológica?
    Se plantea la interrogante de si el análisis es un ejercicio de rigor histórico o simplemente una apología ideológica disfrazada de investigación.

  2. La guerra simbólica de la memoria:
    El discurso sugiere una reescritura del pasado con el objetivo de ganar una guerra simbólica, olvidando que en los conflictos reales “nadie gana”.

  3. Personajes “siniestros” o invenciones literarias:
    La caracterización de ciertos individuos se asemeja más a una novelación que a un relato basado en evidencia, sin claridad sobre si se trata de opiniones personales o de datos debidamente documentados.

  4. Dudas sobre la veracidad en la identificación de nombres:
    Si existen errores comprobados en la identificación de personajes clave como Antonio Luis Baena Tocón, la credibilidad de todo el trabajo queda seriamente cuestionada.

  5. El “lenguaje coloquial” versus el rigor académico:
    Adaptar hechos complejos a un lenguaje accesible no debe implicar distorsionar las funciones, responsabilidades o realidades de los actores históricos. El uso de un estilo demasiado popular menoscaba la seriedad del análisis.

  6. Incertidumbre sobre la figura del instructor:
    La confusión entre roles – juez, alférez, militar en formación – en el caso de Miguel Hernández pone en entredicho la base documental del relato.

  7. El lado oscuro ignorado de la posguerra republicana:
    Se omite la violencia cometida en la retaguardia republicana, como en el caso del fusilamiento del padre republicano del alférez, lo que demuestra una parcialidad evidente en el relato.

III. Generalizaciones y Falta de Contraste

  1. Generalizaciones peligrosas:
    Afirma, por ejemplo, que “todos los periodistas” fueron procesados, una generalización que no solo es inexacta, sino que además contribuye a la desinformación.

  2. La entrevista sin contrapunto:
    La ausencia de voces disidentes o el contraste con otras interpretaciones de los hechos convierte la entrevista en un monólogo que refuerza una visión parcial.

  3. La ambigüedad entre víctimas y verdugos:
    Si bien se reconoce la existencia de víctimas, se insinúa que estas solo existen si hay verdugos claramente identificables, sin admitir la complejidad de los procesos de represalia.

IV. Cuestionamientos a la Base Documental y Argumentativa

  1. La equivocada atribución de funciones a funcionarios:
    Sostener que todos los actores eran funcionarios públicos es erróneo, especialmente en casos donde la evidencia sugiere lo contrario, como en el caso de Baena Tocón.

  2. La supuesta voluntariedad sin respaldo documental:
    Asegurar que la participación en fusilamientos se realizaba “por una semana de permiso” carece de pruebas contundentes y se presenta como un juicio de valor sin sustento. Afirmar que todos eran voluntarios para matar, sin pruebas documentales, es temerario.

  3. La “victoria” asignada a ciertos actores:
    El relato sugiere que algunos individuos, como Baena Tocón, habrían “ganado” de forma paradójica, lo cual es una interpretación endiosada y sin respaldo en los hechos.

  4. Expurgación de archivos militares:
    Se generaliza que los archivos militares fueron expurgados durante la Transición, sin considerar que en muchos casos la pérdida de información obedece a causas materiales y no a una eliminación intencionada.

  5. Documentación versus invención:
    La reconstrucción histórica se transforma en un ejercicio de invención literaria cuando se interpretan de forma sesgada documentos parciales.

  6. Atribución sectaria de la “ignominia”:
    La tendencia a atribuir de forma generalizada la ignominia a quienes no se alineen ideológicamente con el catedrático resulta en una clasificación arbitraria y sectaria.

  7. La falacia del “lo digo yo”:
    Se presentan hechos – como la participación en determinados cargos o eventos – sin documentación clara ni reconocimiento de otras interpretaciones, lo que debilita el carácter crítico de la investigación.

V. Implicaciones Éticas y Sociales

  1. Incertidumbre sobre lo desconocido por los familiares:
    Afirmar que “los hijos” no sabían ciertos hechos sin especificar a qué se refiere deja abierta la posibilidad de interpretaciones personales sin base comprobada.

  2. Descubrimientos que no esclarecen, sino que ensombrecen:
    El libro no aporta una verdad contrastada, sino que revela la obsesión de un autor por desacreditar a figuras del pasado sin dar espacio a la réplica o al debate informado.

  3. La memoria histórica en manos cuestionables:
    La presencia de investigadores con claras motivaciones ideológicas en la construcción de la memoria histórica genera preocupación sobre la objetividad y la pluralidad de enfoques.

  4. La polémica del “poema” versus el “dibujo”:
    Argumentar que un poema no puede ser constitutivo de delito, mientras que un dibujo sí, denota una visión incoherente y selectiva de la represión cultural.

  5. La presunción sobre la “repercusión” de los juicios:
    Atribuir a los involucrados del juicio de Miguel Hernández una conciencia premeditada de la repercusión histórica resulta una interpretación endiosada que carece de fundamento.

  6. La caricaturización de “jueces por la vía patriótica”:
    La afirmación de que algunos “jueces” no eran realmente jueces, sino que accedieron a ese rol de forma improvisada, se reduce a una burla que no aporta claridad sobre la realidad de esos procesos.

  7. El autor se declara “catedrático de ficción”:
    La autodefinición del entrevistado lo enmarca en el terreno de la ficción, lo que resulta especialmente contradictorio cuando pretende exponer hechos históricos con el aval de la universidad.

  8. El papel del entrevistador como cómplice:
    Al no contrastar ni cuestionar las afirmaciones del catedrático, el entrevistador asume una posición que contribuye a la difusión de una versión unidimensional y sesgada de los hechos.

  9. La “carnaza” comercial y la deshumanización:
    Utilizar relatos tan polémicos y cargados emocionalmente para vender libros y generar controversia compromete la dignidad de quienes sufrieron los hechos, transformando la tragedia en un producto comercial.

Conclusión

El discurso del catedrático Juan Antonio Ríos Carratalá no solo presenta graves carencias de rigor, sino que contribuye a deteriorar el debate público sobre nuestra historia reciente. Utilizar el prestigio académico para disfrazar de investigación lo que son opiniones ideológicas o conjeturas personales no es solo un error metodológico: es una irresponsabilidad ética.

El deber de quienes se dedican a la historia —profesionalmente o desde la divulgación— no es construir relatos a la carta, sino contribuir al entendimiento de un pasado complejo sin maniqueísmos ni revanchas. Y el deber de los medios, periodistas y editoriales es no prestarse a amplificar sin filtros este tipo de mensajes.

Porque la memoria es demasiado valiosa como para dejarla en manos de la ficción.

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