
Entrada original de Juan Antonio Ríos Carratalá: “El derecho al olvido digital y la historia” (26 de junio de 2019)
Enlace: https://varietesyrepublica.blogspot.com/2019/06/el-olvido-digital-y-la-historia.html
Tipo de alusión
Indirecta pero inequívoca.
No menciona mi nombre ni el de mi padre, pero se refiere al conflicto generado por mi reclamación sobre las falsedades publicadas en su obra. Habla de un “autor” que habría solicitado la retirada de enlaces, cuestionando que pueda invocarse el “derecho al olvido” en relación con hechos históricos. En realidad, se adelanta a los hechos que se desarrollarían públicamente poco después.
Estrategia discursiva
Ríos Carratalá emplea una retórica de anticipación, colocándose como víctima de un intento de censura disfrazado de legalidad. Construye una disyuntiva falsa entre “preservar la historia” y “acatar decisiones judiciales”, sugiriendo que quienes le contradicen quieren reescribir el pasado.
Omite por completo el verdadero motivo del conflicto: la denuncia de falsedades documentadas en sus escritos. A través de insinuaciones sin nombres, genera una atmósfera de sospecha que refuerza su relato victimista y lo presenta como abanderado de la libertad académica frente a supuestos inquisidores.
Puntos discutibles o falsos
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Confunde interesadamente el derecho al honor con el derecho al olvido, y ambos con censura.
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No menciona que la reclamación que motivó su texto no pedía borrar archivos, sino corregir o retirar enlaces a textos con falsedades.
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Pretende elevar sus escritos de opinión académica al rango de documentos históricos, esquivando así cualquier crítica.
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Se presenta como víctima de una amenaza difusa, cuando solo se le pidió algo muy concreto: rectificar.
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Utiliza el término “inquisidor” para caricaturizar a quien le exige rigor, sin explicar que los errores señalados eran verificables y graves.
Réplica narrativa: Cuando el olvido lo pide el que miente
En junio de 2019, Juan Antonio Ríos Carratalá publicó un artículo titulado “El derecho al olvido digital y la historia”. No menciona mi nombre, ni el de mi padre, ni los hechos concretos que motivaron ese texto. Pero lo que cuenta tiene destinatario, y él lo sabe.
Yo le había solicitado —por vías institucionales— que corrigiera las falsedades que había difundido sobre la figura de mi padre en algunos artículos académicos y medios digitales. En ningún momento pedí borrar archivos históricos ni suprimir documentos. Pedí que dejara de presentar como hechos comprobados lo que eran afirmaciones sin base ni respaldo documental.
Sin embargo, en lugar de afrontar el contenido de la queja, prefirió atrincherarse en un relato de censura académica, apelando al “derecho al olvido” y a la “libertad de cátedra”. Fabricó un enemigo a medida: un inquisidor intolerante que pretendía borrar la historia.
Paradójicamente, mientras denuncia censuras imaginarias, él mismo indaga en los “entresijos” de quienes lo contradicen, tratando de desacreditarlos personalmente —como ya hicieron algunos de sus aliados mediáticos—, en lugar de responder con argumentos.
Lo que de verdad teme Ríos Carratalá no es el olvido digital, sino el olvido de su impunidad. Le incomoda que se le recuerde su deber como académico: contrastar lo que publica y rectificar cuando se equivoca.
Si realmente quiere preservar la historia, lo primero que debería hacer es contarla bien.
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