Juan Antonio Ríos Carratalá, su rapidez para corregir detalles menores como una foto mal puesta, frente a su empecinamiento en falsedades mayores que arrastra desde hace años y repite con convicción casi mística.

Ayer tarde me llamó un buen amigo para preguntarme si no había visto la última entrega del catedrático Juan Antonio Ríos Carratalá en su blog Varietés y República, publicada el día 10 con el título “Las fechas del Juzgado Militar de Prensa”. En ella, reproduce una imagen de una agente de policía ante el Palacio de Oriente… con un pie de foto de antología: “Fachada del Ministerio del Interior. Fuente: web del Ministerio.”.
A estas alturas, nada que sorprenda. Un error lo puede tener cualquiera, claro está. Pero lo curioso es la facilidad con la que este señor —que presume de extrema rigurosidad— acumula "lamentables errores", como él mismo ha llamado a este desliz fotográfico. Resulta que lo que corrige en unas pocas horas cuando le conviene (una foto), lo arrastra sin rubor durante más de diez años cuando se trata de falsedades más graves. Eso sí que es tener prioridades académicas.
Porque si hay algo que no se le puede negar a este señor es constancia: muchas entrevistas promocionales, publicaciones como churros, muchas presentaciones de libros (propios y ajenos), mucho autobombo académico… y muy poca atención a los hechos. De rigor investigador, en lo que a mi experiencia personal respecta, poco o ninguno. Eso sí: ideología, la que quieras. Y ficción, aún más.
En su artículo nos regala otra de sus frases huecas: “La historia es una tarea en permanente construcción y de autoría colectiva. La colaboración con los colegas supone un requisito asumido por quienes, a diferencia de los aficionados, nos dedicamos a la investigación en el ámbito universitario.” Si no conociera su trayectoria, estaría completamente de acuerdo. Pero conociéndola, uno no puede evitar echarse unas buenas carcajadas. ¿Autoría colectiva hecha con tijeras ideológicas? ¿Colaboración entendida como reproducir sin filtrar los tópicos más sectarios? ¿Investigación universitaria que desprecia testimonios directos y documentados de quienes conocieron de primera mano a los que él se atreve a reinventar?
Y lo mejor: critica a los aficionados... cuando ha sido precisamente alguno de esos “aficionados” quien le ha proporcionado documentación que él no ha sabido, no ha querido o no ha podido encontrar por sí mismo. Porque claro, repetir lo mismo durante diez años debe de ser más cómodo que reconocer un error. Incluso cuando se le ha instado judicialmente a contrastar fuentes, ha preferido declarar que “lo ha intentado todo”. ¿Todo? ¿Dónde buscaba? ¿En la guía telefónica del siglo XXI? Porque, si eso era todo, estamos ante un investigador de ficción.
Dice además que los secretarios judiciales —como lo fue mi padre, en parte, mientras hacía el servicio militar obligatorio— tienen un "misterioso origen". Una forma muy suya de disfrazar lo que no sabe (o no quiere saber) con palabras grandilocuentes. Misterioso, dice… pero se permite suponer funciones genocidas, como si estuviera escribiendo una novela negra, y no una supuesta investigación histórica. Llega incluso a decir que donde no están sus firmas “ahí estaban ellos”. Es decir: culpables por defecto. ¿Eso es historia? No: eso es fanatismo sin remedio.
Y mientras tanto, aunque no lo nombre directamente, vuelve a aludir a mi padre con términos como “colaborador”, manteniendo esa táctica cobarde de sembrar insinuaciones sin datos. Eso sí: que nadie se atreva a cuestionarle a él o a sus fieles palmeros ideológicos, que entonces se ofende. ¿Y qué decir de los que sí colaboraron —de verdad— facilitándole información desde la experiencia directa o la memoria familiar? Para esos, ni una mención. La historia será colectiva… pero solo si todos piensan como él.
En resumen: se corrige una foto en 24 horas, pero los errores de fondo —los que afectan a la verdad histórica y al honor de personas fallecidas— llevan una década sin tocarse. Quizás porque, para corregirlos, habría que tener honestidad intelectual. Y eso, por lo visto, no se encuentra tan fácilmente como una imagen en Google.
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