EL FRANCOMODÍN YA NO TAPA LA VERGÜENZA: DE RÍOS CARRATALÁ AL PRESENTE CORRUPTO

Publicado el 23 de junio de 2025, 0:19

50 años de memoria... y ni un día de vergüenza. Memoria selectiva y corrupción sin complejos”. Del antifranquismo de saldo al saqueo institucional.

 

1. “Los palmeros del progresismo”… y el eco de las falsedades

El Sr. Ábalos, muy “progresista” él, se hizo eco en declaraciones públicas de las afirmaciones del catedrático Juan Antonio Ríos Carratalá, de la Universidad de Alicante, sobre Antonio Luis Baena Tocón. No parece que haya contrastado mucho lo que repite entre “prima” y “prima” (de las que cuestan dinero público), o entre “mordida” y “mordida” (de las que investiga la UCO). Difama sin aportar nada nuevo. Solo presta su altavoz a las falsedades difundidas por Ríos Carratalá, con entusiasmo ideológico y nula comprobación. Una adhesión automática, casi litúrgica.

Y todo esto mientras él mismo aparece señalado por la UCO en una presunta red de cobro de comisiones junto a Koldo García y Santos Cerdán. Cifras entre 350.000 y 620.000 euros en “servicios prestados”, según HuffPost y El País (13/6/2025). Y lo que se va sabiendo cada día supera al anterior, afectando al dinero pública y a nuevos "fontaneros".

2. Ríos Carratalá y su tómbola de etiquetas

El catedrático Juan Antonio Ríos Carratalá lleva más de una década afirmando —como si fuera dogma y no conjetura— que “todos sabían del franquismo” de Baena Tocón. Lo dice, pero no lo demuestra. Lo repite, pero no lo documenta. Ni una fuente sólida, ni un análisis riguroso. Solo su voz catedrática, que parece bastarle para convertir el prejuicio en tesis doctoral.

En su libro Nos vemos en Chicote, página 153, perpetúa las mismas falsedades desde la primera edición (2015) hasta hoy. Y eso que en juicio civil afirmó haber “corregido” algo. ¿Qué exactamente? Misterio. Porque no ha corregido nada. Al contrario: ha afianzado su relato.

Entre sus frases de autor:

“Hombre reservado y un tanto impenetrable, incluso protagonizó algún altercado con el concejal Francisco Marín, del Partido Socialista Andaluz, que parecía dispuesto a gastar más de lo debido en un stand municipal (ABC, 9-VII-82). Estos despilfarros de los demócratas le alteraban el ánimo…”.

¿“Impenetrable”? ¿“Reservado”? ¿“Protagonizó un altercado”? ¿Lo conoció? No. ¿Consultó actas municipales? Tampoco. ¿Habló con Marín? Menos aún. Todo su rigor se basa en una reseña periodística parcial y en su libertad para reinterpretar a gusto. Yo, en cambio, sí conocí a Francisco Marín. Conocí a dirigentes del PSA en Córdoba. Conocí a mi padre. Supe de lo que ocurrió por los mismos actores. He consultado actas municipales y sé exactamente lo que pasó en el Ayuntamiento.

Y ahora, la parte que no sale en sus libros: mi padre recibió algunas facturas falsas de algún que otro concejal de Izquierda Unida, entre otras. De unas en cuestión aportadas por un concejal tuvo conocimiento de irregularidad y falsedad. Al llevárselas personalmente a Julio Anguita fue éste quien, al verlas, golpeaba la mesa muy indignado y diciendo: “¡Así no se puede construir nada!”. No era un problema de ideología, sino de ética. Pero eso al catedrático le estropea el guion.

Porque para él, si alguien critica un despilfarro, ya es sospechoso. Si el crítico no es de “los suyos”, ya se le puede tildar de “franquista”. Reparte etiquetas a placer, como quien reparte estampitas en una procesión: este sí, este no, este es demócrata, este es franquista. No importa lo que hicieran o cómo vivieran: importa que encajen en su relato.

3. De Franco a la farsa: cien actos, cien escándalos

El “Francomodín” lo ha sido todo. Siempre útil, siempre a mano. Da igual el contexto. Se habla de corrupción y… ¡zas! Franco. Se investiga una trama criminal y… ¡Franco! Se pierde el norte institucional, y el sur, y el este, y también el dinero… y ahí sigue Franco.

Y así tenemos este sainete:

  • Acto I. El Gobierno anuncia más de 100 actos para conmemorar el 50º aniversario de la muerte de Franco, bajo el lema “España en libertad”. Bandera, memoria y emoción de diseño.

  • Acto II. Estallan escándalos de corrupción en el seno del PSOE. Grabaciones, registros, mordidas, adjudicaciones, y una red que apunta alto. Muy alto.

  • Acto III. El presidente, en modo compungido, pide perdón. Dice que “no sabía nada”. Aporta excusas de manual: eran aportaciones “voluntarias”.

  • Acto IV. Mientras tanto, se sigue etiquetando como franquista a un funcionario que no solo no lo fue, sino que tuvo que enfrentarse al franquismo en vida, que aprobó sus oposiciones con su esfuerzo, que nunca fue condenado por nada, y que trabajó con honradez incluso cuando lo rodeaban presiones políticas de todos los colores.

Pero claro, todo eso molesta al relato del Sr. Ríos Carratalá. Porque él no investiga: selecciona. No analiza: sentencia. No documenta: inventa. Y lo peor: se siente impune.

Epílogo: Cuando el “Francomodín” ya no tapa el hedor

Durante años, el “Francomodín” ha funcionado como paraguas, como tapadera, como cortina de humo. Bastaba con invocar a Franco para deslegitimar cualquier crítica. Para desacreditar a cualquier adversario. Para reescribir vidas con tinta roja y negra. Pero ahora, ya no cuela.

Porque hoy el hedor es demasiado fuerte. Y no viene del pasado. Viene del presente: de sobres bien repartidos, de facturas infladas, de contratos amañados, de redes clientelares disfrazadas de causas nobles. Y todo eso, por más que lo intenten, no se tapa con discursos sobre Franco. Ni con cien actos. Ni con cien etiquetas. Ni con cien veces la misma mentira.

El “Francomodín” se desgasta. Ya no divierte. Ya no distrae. Y lo que deja ver es un presente mucho más oscuro que el relato que intentan imponer sobre el pasado.

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