“LOS CONSEJOS DE GUERRA DE MIGUEL HERNÁNDEZ”

Publicado el 10 de septiembre de 2025, 8:09

ERRATAS MENORES Y FALSEDADES MAYORES: LA CAMPAÑA MEDIÁTICA DE RÍOS CARRATALÁ CON LOS CONSEJOS DE GUERRA DE MIGUEL HERNÁNDEZ

 

Entradas originales del blog Varietés y República del catedrático de Literatura Española de la Universidad de Alicante, Juan Antonio Ríos Carratalá:

  1. 6 de febrero 2022Los consejos de guerra de Miguel Hernández (1)
    Enlace: https://varietesyrepublica.blogspot.com/2022/02/los-consejos-de-guerra-de-miguel.html
    👉 Foto con la firma de Antonio Luis Baena Tocón en documento del sumario.
    👉 Conexión con la declaración contemporánea de “ilegitimidad” del proceso.

  2. 23 de marzo 2022Los consejos de guerra de Miguel Hernández
    Enlace: https://varietesyrepublica.blogspot.com/2022/03/ya-han-llegado-los-ejemplares-de-los.html
    👉 Publicidad de la llegada de ejemplares del libro.

  3. 29 de marzo 2022Los consejos de guerra de Miguel Hernández en la prensa
    Enlace: https://varietesyrepublica.blogspot.com/2022/03/los-consejos-de-guerra-de-miguel.html
    👉 Amplificación mediática: eldiario.es, Público, Cadena SER.
    👉 Repetición del mensaje: proceso “ilegítimo, chapucero, lamentable”.

  4. 15 de abril 2022Dos erratas en la edición de los consejos de guerra de Miguel Hernández
    Enlace: https://varietesyrepublica.blogspot.com/2022/04/dos-erratas-en-la-edicion-de-los.html
    👉 R.C. agradece a “lectores atentos y competentes” que detectaron erratas menores.

Tipo de alusiones:

  • Directa: firma de mi padre en foto de documento (sin contexto).

  • Indirecta: al relacionar sumarios, irregularidades e ilegitimidad con una narrativa sesgada que alcanza también a mi padre.

Estrategia discursiva de R.C.:

  1. Convertir la publicación en un acontecimiento mediático.

  2. Reforzar su autoridad académica mediante la difusión de entrevistas y reseñas favorables.

  3. Usar el caso Hernández como comodín ideológico para extender juicios a otros nombres.

  4. Minimizar los errores propios como simples “erratas” para darse un aire de humildad, mientras mantiene falsedades graves sobre personas concretas.

Puntos discutibles:

  • Selección tendenciosa de imágenes (firma de mi padre).

  • Manipulación retrospectiva: usar una declaración actual sobre la ilegitimidad del proceso para legitimar relatos falsos de época.

  • Amplificación mediática sin contraste con los sumarios.

  • Doble rasero: corrige erratas menores, pero calla ante falsedades graves.

 

Réplica narrativa:Erratas menores y falsedades mayores: la campaña mediática de Ríos Carratalá con los consejos de guerra de Miguel Hernández

En este análisis de entradas del catedrático de puede ver claramente el subrayado de la contradicción (tanto ruido para promocionar un libro, pero silencio ante la verdad documental), el ironizar sobre el detalle de las “erratas” frente a la magnitud de las falsedades. Conviene recordar el valor de alguna de mis propias experiencias con archiveros (“lo que dicen los sumarios es lo que dicen”) y evidentemente el efecto de esta campaña mediática: consolidar un relato falso sobre mi padre bajo el paraguas del icono Miguel Hernández.

Dicho de otro modo:

En febrero de 2022, Ríos Carratalá inauguraba su campaña publicitaria sobre Los consejos de guerra de Miguel Hernández (1) con un detalle curioso: la foto de un documento donde aparece la firma de mi padre, Antonio Luis Baena Tocón. Nada más, nada menos. Como si entre miles de folios lo más interesante fuese colocar, en primer plano, esa rúbrica. Una manera sutil de señalar, sin decir nada, pero dejando que otros interpreten lo que él ya ha sembrado.

Conviene dejarlo claro, aunque a algunos les incomode: nadie ha negado nunca que la firma de mi padre aparezca en el sumario de Miguel Hernández. Era el secretario del juez instructor, cumpliendo su servicio militar obligatorio, y por eso su rúbrica consta en los trámites de la fase de instrucción. Lo que no figura en ningún sitio, tal y como se ha dicho y repetido hasta la saciedad, es su firma en un consejo de guerra, ni pidiendo condenas, ni dictando sentencias, porque sencillamente no era su función ni su responsabilidad.
Lo que ha hecho R.C. es levantar sobre esa verdad simple un edificio ficticio: insinuar que esa firma equivalía a sellar una condena de muerte. No es historia, es un bulo construido con maestría de trilero: se muestra un documento verdadero para sostener una conclusión falsa.

Por si alguien lo duda, la autenticidad de esa firma ya fue acreditada judicialmente. Un perito calígrafo la certificó como indubitada en el procedimiento civil, y así consta en los autos. Lo que se cuestiona, insisto, no es la firma, sino la interpretación manipulada que se hace de ella.

Los secretarios judiciales de los consejos de guerra no llevan la firma de Antonio Luis Baena Tocón

Después llegó marzo y con él la fanfarria. El blog celebraba la llegada de ejemplares (Los consejos de guerra de Miguel Hernández) y, acto seguido, la prensa nacional recogía titulares dictados de antemano en la entrada Los consejos de guerra de Miguel Hernández en la prensa: “ilegítimo, chapucero, lamentable”. Así, lo que “dicen los sumarios” pasa a un segundo plano frente a lo que diga el catedrático y sus altavoces mediáticos. La archivera del Paseo de Moret me lo resumió mejor: “Lo que dicen los sumarios es lo que dicen”. Pero ese rigor no vende titulares, y mucho menos sirve para sostener la narrativa prefabricada.

Y ya en abril, cuando alguien detectó dos erratas en la edición (Dos erratas en la edición de los consejos de guerra de Miguel Hernández), R.C. agradeció a “lectores atentos y competentes” la observación. Qué curioso: se corrigen erratas mínimas con aire de transparencia, pero cuando se señalan falsedades graves sobre la vida de una persona concreta —mi padre— no hay corrección, ni fe de erratas, ni siquiera un reconocimiento. Un error tipográfico se enmienda con sonrisa; una falsedad histórica se mantiene a sabiendas.

La gran diferencia está en que un error no es lo mismo que una o muchas falsedades concentradas y reescrituras de una vida, como ha hecho con mi padre. Un error, decía, no es lo importante: se corrige y no pasa nada. Yo mismo detecté en los sumarios del poeta alguna confusión —si no recuerdo mal, se citaba al padre del embajador de Chile en lugar del hijo o viceversa—. Si alguien lo señala, se corrige y asunto resuelto. Que lo busque y se apunta un tanto el investigador Ríos Carratalá.
Pero si realmente estuviera abierto a corregir errores, lo habría hecho con mi padre. Y lo que se le ha señalado en mi caso no son simples erratas, sino falsedades y manipulaciones de documentos históricos. Eso, por mucho que se publique y se repita en entrevistas, no es un error: es otra cosa muy diferente.

La conclusión es clara: R.C. sabe distinguir entre lo que es un error inocente y lo que es una manipulación consciente. Y ha optado por corregir lo primero y mantener lo segundo. Porque, claro, la publicidad de un libro necesita héroes, villanos y frases lapidarias; no sumarios que contradicen el relato, ni pruebas periciales que acreditan la verdad.

 

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