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Título original en el Blog Varietés y República: : Dios y «un tal Fernández» en Música de fondo (1936)
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Autor: Juan Antonio Ríos Carratalá
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Fecha: jueves, 27 de julio de 2023
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Enlace: https://varietesyrepublica.blogspot.com/2023/07/dios-y-un-tal-fernandez-en-musica-de.html
Tipo de alusión
No hay mención directa a mi padre, pero sí una carga ideológica fuerte:
Ríos utiliza la ironía sobre la figura de Dios en 1936 para subrayar su tesis recurrente: reírse del discurso religioso = inteligencia y antifranquismo.
Lo hace mediante humor banal, sin matizar que en ese mismo año 1936 se persiguió, se humilló y se asesinó a miles de personas precisamente por la fe que ahora presenta como objeto de mofa.
Este tipo de relatos no es neutro:
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trivializa el sufrimiento real,
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blanquea el fanatismo de una parte,
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y caricaturiza las creencias de las víctimas.

Fragmentos clave de la entrada
“Edgar Neville, por entonces republicano ...contribuyó al eutrapélico regocijo de sus lectores con la creación de un Dios aburrido porque todos le daban la razón como a un tonto.”
“No me extraña que estas obras fueran prohibidas durante buena parte del franquismo, a pesar de las palinodias de sus autores. Sin ningún exabrupto y gracias a un notable ingenio, lanzan una carga de profundidad de difícil neutralización.”
“La Iglesia católica jamás ha disipado la sospecha de que la omnisciencia y la omnipotencia pueden resultar más aburridas y comprometedoras que las dudas de un tal Fernández.”
“Tal vez por esa razón siempre ha aplazado, sin fecha concreta, una llegada que dejaría en paro a los oficiantes de unos ritos basados en la lejanía de lo desconocido.”
Puntos discutibles y falaces
1. Humor frívolo en un contexto de persecución real
El autor usa un tono ligero e irónico sobre la figura de Dios y la Iglesia en 1936… pero 1936 no fue un chiste.
Ese mismo año, miles de personas fueron asesinadas en España por motivos religiosos. Entre ellos, mi abuelo, y hubo intentos de asesinar a mi padre (ese mismo año y otros posteriores).
La ironía de Ríos Carratalá borra ese contexto, como si hablar de Dios en 1936 fuera solo un guiño literario.
2. Blanqueo ideológico encubierto en tono ingenioso
Ríos Carratalá ensalza la sátira de Neville como “una carga de profundidad de difícil neutralización”. Traducción: ingenio progresista contra la Iglesia mala.
Pero no contextualiza que esa sátira se inscribe en una atmósfera de odio real, no de simple debate cultural.
3. Caricatura de la fe como dogma manipulador
Frases como “la omnipotencia resulta más aburrida” o “dejaría en paro a los oficiantes” reducen la fe de miles de personas a una especie de espectáculo de crédulos.
Este reduccionismo insulta indirectamente la memoria de quienes murieron precisamente por defender esa fe.
4. Silencio selectivo sobre la violencia republicana
Al usar humor para hablar de Dios y la Iglesia en 1936, Ríos no menciona ni una sola víctima del anticlericalismo violento de ese momento.
Este silencio es elocuente: revela una mirada ideologizada que no busca contar historia, sino alimentar un relato.
Réplica narrativa: “Dios no era un chiste para quienes murieron por su fe”
En 1936, Dios no era “aburrido” ni objeto de ocurrencias ingeniosas: era motivo de persecución, cárcel y fusilamientos.
Lo fue para mi abuelo, funcionario fiel a la República, asesinado por republicanos por oponerse a la matanza de inocentes y por defender su fe.
Y lo fue también para mi padre, muy perseguido tras el asesinato de su padre y lo intentaron asesinar varias veces por ser hijo de quien era y por razones de fe: una de las veces, en una checa, una miliciana se obsesionó con el “rubio de ojos azules”, le molestaba mucho la pequeña medalla de la Virgen de la Esperanza que llevaba al cuello —la misma que hoy conservo como recuerdo— que pedía a sus colegas que se lo dejaran para ella y le costó ser llevado al paredón (Hubo otras veces que pasó por similares trances). Fue en esa ocasión, si no me equivoco, en la que logró salvar la vida gracias a un amigo de juventud, comunista, y compañero en la pensión donde residía preparando oposiciones como Licenciado en Derecho y que le facilitó la huida camino del paredón.


Por eso, cuando Ríos se permite ironías sobre “la venida aplazada de Dios” o “el aburrimiento divino”, no está haciendo literatura inocente: está banalizando la tragedia real de miles de personas, muchas de ellas sin poder defenderse, muchas asesinadas por tener o manifestar una creencia religiosa.
Si alguien hiciera el mismo “humor ingenioso” sobre símbolos republicanos en 1936, hoy sería tachado de provocador, reaccionario o fascista. Pero si la burla va contra la fe y la Iglesia, entonces es “carga de profundidad” y “notable ingenio”.
La historia no puede reducirse a sarcasmos unilaterales. No todos los católicos de 1936 eran inquisidores; muchos fueron víctimas. No todos los republicanos eran demócratas ilustrados; muchos fueron verdugos.
Y entre esos verdugos estuvieron quienes asesinaron a mi abuelo y quisieron asesinar a mi padre. Esa es la parte que Ríos Carratalá omite siempre.
No me ofende que se critique a la Iglesia —la crítica forma parte de la libertad, y muchos católicos la ejercen—. Lo que sí ofende es cuando esa crítica degenera en ataque fanático y en burla banal sobre aquello por lo que mataron a miembros de mi familia y a tantos otros.
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